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domingo, 30 de octubre de 2016

Urbanidad

Según el diccionario de la R.A.E Urbanidad significa: Cortesía, comedimiento, atención y buen modo.
Recuerdo que en mi niñez esto de la urbanidad y buenos modales era algo a tener muy en cuenta. Ahora parece que el ser cortés y comedido está fuera de lugar y tal parece que hasta hay que avergonzarse de ser así.
Supongo que la televisión con sus programas basura ha influido lo suyo en este aspecto de nuestras vidas, también el que ya los padres no se preocupen demasiado de este aspecto o simplemente piensen que esas cosas se aprenden en el colegio, esto podría aplicarse a la gente joven pero resulta que es algo que también ha llegado a gente de mi edad que se supone hemos sido criado en otros tiempos y valores.
Y todo este rollo que he soltado es que no aguanto las impertinencias de la gente con sus teléfonos a toda hora del día y en toda ocasión, ya en otra entrada comentaba sobre este fenómeno.
En estos últimos tiempos hemos retomado Julio y yo nuestra afición por el teatro y resulta que en las dos ocasiones que hemos ido nos hemos topado con alguien con su teléfono encendido en medio de la representación.
En la primera ocasión una señora, aparentemente más mayorcita que yo,no daba pie con bola para apagar el dichoso aparato que comenzó a sonar en medio del diálogo que sostenían Arturo Fernández y David Boceta, algo que motivó que el veterano actor soltara un chascarrillo a cuenta del incidente.
En la segunda ocasión, comencé a sentir un zumbido que al principio pensaba que salía del escenario donde se desarrollaba una escena con muchas llamadas telefónicas de por medio,  !Ah, pero no! era mi vecina de asiento, también contemporánea mía,  que saca su gran pantalla y se pone a wassapear como si nada. ¿Pero tan urgente era lo que tenía que decir? Yo de verdad es que estaba alucinada y trabajo me costó concentrarme en lo que decía José Sacristán.
Vamos a ver, ¡Que no pasa nada por dejar el teléfono apagado un par de horas! El mundo no se va a acabar por eso.

Y ahora aprovecho para recomendar lo que he visto en teatro. Primero fue: Enfrentados, con Arturo Fernández, sí, ése que dijo que a las manifestaciones nada más va gente fea, pero la obra, de Bill C. Davis,  es entretenida y te ríes pero también tiene sus cosas que te hacen meditar.

La otra: Muñeca de Porcelana, con José Sacristán, un actor que ha ido evolucionando hasta convertirse en lo que es hoy,  nada que ver con aquellos películas de los 70 cuando el desmadre, digo el destape. Sacristán interpreta a un magnate, de esos que todo lo compran con dinero, pero que cae en desgracia. Un papel difícil porque exceptuando unos pocos diálogos que intercambia con su secretario, se pasa casi toda la obra hablando por teléfono y sinceramente es muy difícil dar sensación de veracidad a tus palabras cuando sabes que en realidad no hay nadie al otro lado de la línea que te de la réplica. Esta obra cuyo autor es David Mamet se hizo especialmente para Al Pacino y al parecer la crítica ha sido muy poco misericorde  con el gran actor italo americano, por lo que he leído se han unido muchos factores: dificultad de Pacino para memorizar su papel, su ego que no permite indicaciones sobre cómo actuar y la dificultad de la obra para ser seguida por buena parte del público ya que son pocos personajes los que aparecen en escena (dos) pero que tienen relación con varios a los que sólo se mencionan sin embargo  tienen un gran peso en el desarrollo de toda la acción.
Y eso sí, si vais a ver alguna de las obras o cualquier otra dejad el móvil en casa o al menos mantenedlo apagado que el mundo seguirá su curso  y sobre todo vuestros vecinos de asiento os lo agradecerán.


jueves, 13 de octubre de 2016

1 año

Es lo que va de ésto:



A esto otro:


Con el añadido de que tengo cerca a las personas que más quiero. ¿Se puede pedir más? Yo creo que no. Que echo de menos a Las Palmas, no voy a decir que no, han sido 45 años de mi vida transcurridos ahí, pero el cambio bien que ha valido la pena. Soy muy feliz.

domingo, 2 de octubre de 2016

Tres historias prohibidas

En alguna ocasión he comentado que mi madre tenía debilidad por las películas italianas. Ésta que me ocupa hoy era una de sus preferidas.
La historia comienza con una larga fila de mujeres jóvenes que han acudido a la llamada de un anuncio solicitando una secretaria, están todas reunidas en un viejo edificio y la escalera está completamente llena, de repente ésta cede provocando heridas en muchas de las chicas que ahí se encontraban. A partir de ahí se pasa a contar la historia de tres de la mujeres accidentadas.
De las tres historias, la segunda me resulta un poco tragicómica y menos prohibida que las que abren y cierran la película. 
Buscando información sobre esta película me he encontrado con la crítica que hace de ella  Gabriel García Márquez cuando escribía en El Espectador, os dejo el enlace, y hay que ver cómo evolucionó el futuro Nobel en su forma de escribir, nada que ver con el realismo mágico que vendría unos años después.