Mi niñez estuvo marcada por dos épocas, la de antes del 59 y la posterior. Mi padre, inmigrante canario, trabajó muy duro para sacar a su familia adelante. Pertenecíamos a eso que se llamaba pequeña burguesía, no eramos ricos, pero teníamos todas nuestras necesidades bien cubiertas, entre otras cosas porque mi padre se levantaba todos los días a las cuatro y media de la mañana para atender su negocio.
Como es lógico, los padres siempre queremos que nuestros hijos sean en la vida algo mejor de lo que nosotros hemos sido, y ¿que mejor principio que buscar un colegio de los llamados de pago?
En Cuba, habían muchos colegios públicos, pero ahí sólo iban los que no podían pagar un colegio privado, de esta última clase había un gran abanico donde escoger, desde el colegio más bien humilde con un par de aulas, dónde en una estaban todos los alumnos de los primeros cursos mientras que en la otra estaban los de los cursos superiores, hasta esos colegios con edificios enormes y una flota de "guaguas" que nada tenía que envidiar en número a las que salían a diario del Paradero de la Víbora.
Yo pasé del kindergarten público a un colegio de esos de dos aulas, hasta que ya con siete años, mis padres consideraron que ya era hora que fuera al colegio "grande".
Recuerdo perfectamente el primer día de clase, estaba aterrorizada con tantas niñas a mi alrededor, niñas que iban desde los 5 hasta los 12 años aproximadamente, cientos de ellas, yo no sabía dónde colocarme, hasta que se oyó una voz por los altavoces mandando a ponernos en fila según se iban indicando los cursos correspondientes. De mi curso, 3º, habían 4 grupos de niñas, otros tantos de niños, que estaban separados en otra parte del edificio. Porque me he olvidado de decirlo pero yo estaba en un colegio católico, donde la educación se impartía por separado a niñas y niños, la tontería llegaba al punto que en las guaguas ni siquiera los hermanos podían sentarse juntos, faltaría más.
Uniforme: blanco, por debajo de la rodilla, con el monograma del colegio bordado en el bolsillo superior. Calcetines y zapatos blancos, el primer año mi madre me los limpiaba todos los días, al curso siguiente eso ya era labor mía, creo que de ahí me viene la afición a limpiar zapatos continuamente. En invierno chaqueta de paño azul. ¡Ah! pero lo verdaderamente divino era el uniforme de gimnasia: blusita blanca con cuello marinero, shorts bombachos de color azul y una falda acampanada que se cerraba con botones en la parte delantera. Tennis blancos con calcetines del mismo color, generalmente que llegaban a la rodilla. La gimnasia consistía en dar una serie de saltitos y otros tipos de ejercicios calisténicos. ¿los aburro? imagínense cómo me sentía yo.
Las clases por la mañana se impartían en español, a la tarde en inglés, porque el colegio además de privado y católico, que no religioso porque no era regentado por ninguna orden, era bilingüe, vamos; lo más de lo más. Las clases de religión y la gimnasia también a la tarde.
Continuará...